miércoles, 17 de octubre de 2018

Promesas



 Helohim Jair Abraham Valdés Sánchez


Escribir sobre este documental me rebasa, me invaden los sentimientos, me remite a varias etapas y situaciones; conflictos que hasta el momento no podrían compararse con los vistos en el documental.

Acepto lo que dicen mis mayores y lo que decían mis muertos, aquellos con los que crecí quejándome de lo injusto de la vida, en efecto, en ocasiones hay situaciones peores a las que nos toca vivir.

Por otra parte, me da gusto ser sensible ante problemas de pequeña o gran dimensión, a los 17 años contacte con zapatistas en Chiapas para saber cómo apoyar con la consulta por los derechos de los pueblos indígenas que organizaba el Frente Zapatista de Liberación Nacional.

Mis padres, aquellos que me llevaban a McDonald y a las plazas desde chico para malgastar toda la fortuna que dejaba el comercio en su época de oro, me acompañaban a regañadientes a pegar carteles en Tlatelolco y Tepito para difundir la consulta Zapatista, atrás policías tomaban foto y quitaban los carteles.

He sido encapsulado en algunas marchas por granaderos y en otras me han correteado, asfixiándome con el humo que lanzan para separar a quienes nos manifestamos por alguna situación. Menciono lo anterior por el hecho de haber escapado de una formación y una educación que llevo a mis amigos en otra dirección, inmersos en el trabajo, los logros personales y las drogas, indiferentes ante los problemas de los otros, no se diga ante la degradación del planeta.

Por otra parte, algunos de los que fueron mis amigos en Tepito, han sido asesinados, se encuentran en la cárcel o cometen múltiples delitos. En ambos casos, puedo decir que su forma de pensar era la forma de pensar de gente cercana a ellos, sus discursos, sus acciones, sus creencias.

Son contadas las personas que conozco que han asumido el dialogo, para el resto, la repetición los ha enfrascado en declaraciones de odio hacia lo que es distinto a ellos; poblaciones indígenas, personas en situación de calle, o los que tienen preferencias sexuales distintas.

Tengo amigos que odian y enfurecen frente a quienes marchamos, escriben en Twitter, Facebook y otros medios maldiciones y agresiones para quienes andamos en bicicleta, y todo esto, en un mundo abierto a múltiples manifestaciones culturales, científicas y artísticas.

Pienso ahora en los niños judíos del siglo XXI y en quienes fueron niños judíos y palestinos en el siglo XX, para no ir tan lejos en el contexto y en la imaginación. Infantes cuyas fuentes informativas y manifestaciones culturales, científicas y artísticas se reducen a una formación dogmática.

Una formación con base en escasas fuentes de información; la religión y lo que dicen o dictaban las generaciones pasadas, ¿Cómo no pensar en conflictos y casi nulas posibilidades para el diálogo, cuando la manera de entender al mundo se reduce a una visión estrecha de las cosas?

Frente a la búsqueda por defender lo que merecidamente merecen tanto judíos y palestinos como el resto de los seres humanos; tierra, agua, alimento, un hogar y vivir en paz, los canales de comunicación se cierran ante quien asume la verdad como suya.

Lo que hace un tanque es igual a lo que hace el Torá, decía uno de los niños del documental Promesas, haciendo alusión a la fuerza y poder de la palabra para sostener un combate con base en una verdad impuesta.

Por otro lado, los niños identificaban el diálogo y la importancia de conocer al otro para poder cambiar las cosas, entre ellos reconocían que no debían ser dogmáticos, que abrirse a la comunicación entre judíos y palestinos podría significar posibles cambios en el futuro.

Los infantes en el documental anhelaban y siguen deseando la resolución pacífica de los conflictos, así como el restablecimiento o reconocimiento de los derechos de los otros para vivir en paz y gozar de los recursos naturales.

Me es difícil pensar cómo es vivir en una zona urbanizada, mayormente semidesértica y desértica, el recurso hídrico y su valor, el conflicto armado como uno de los peores escenarios para establecer mejores condiciones ambientales.

Los silenciosos negocios americanos y europeos, representantes del capitalismo global y responsables de los múltiples daños al medio ambiente por sus maneras de apropiarse de los recursos naturales y de contaminarlos, aparecen por las calles de Israel como fantasmas o como escenarios programados en todas partes del mundo.

Los infantes y los jóvenes identificaran probablemente que el enemigo no es quien da vida a la cultura, educación y tradición contraria, sino quien siembra discordia entre quienes son distintos, el enemigo es quien divide y se apropia de los recursos de esa zona.

Quien invade con alimentos y la difusión de un estilo de vida completamente contrario a sus origines goza del mimetismo y la aceptación por medio del consumo, las armas que sirven más a unos que ha otros, son entregadas principalmente por el gobierno de Estados Unidos.

Los niños que hablan en el documental, son elocuentes, gozan del juego, son capaces de sentir y llorar aun cuando el conflicto armado pareciera arrancar todo sentimiento de sus almas, mantienen la promesa de hacer todo lo posible por el cambio y al final incluso los más conservadores reconocen que es necesario resolver el conflicto.



Shapiro, J. (Productor) Bolado, C., Shapiro, J., B.Z. Goldberg, B.Z. (Directores). (2001). Promesas. (Documental). Estados Unidos.

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