Helohim Jair Abraham Valdés Sánchez
Escribir
sobre este documental me rebasa, me invaden los sentimientos, me remite a
varias etapas y situaciones; conflictos que hasta el momento no podrían
compararse con los vistos en el documental.
Acepto
lo que dicen mis mayores y lo que decían mis muertos, aquellos con los que
crecí quejándome de lo injusto de la vida, en efecto, en ocasiones hay situaciones
peores a las que nos toca vivir.
Por
otra parte, me da gusto ser sensible ante problemas de pequeña o gran
dimensión, a los 17 años contacte con zapatistas en Chiapas para saber cómo
apoyar con la consulta por los derechos de los pueblos indígenas que organizaba
el Frente Zapatista de Liberación Nacional.
Mis
padres, aquellos que me llevaban a McDonald y a las plazas desde chico para
malgastar toda la fortuna que dejaba el comercio en su época de oro, me
acompañaban a regañadientes a pegar carteles en Tlatelolco y Tepito para
difundir la consulta Zapatista, atrás policías tomaban foto y quitaban los
carteles.
He
sido encapsulado en algunas marchas por granaderos y en otras me han
correteado, asfixiándome con el humo que lanzan para separar a quienes nos
manifestamos por alguna situación. Menciono
lo anterior por el hecho de haber escapado de una formación y una educación que
llevo a mis amigos en otra dirección, inmersos en el trabajo, los logros
personales y las drogas, indiferentes ante los problemas de los otros, no se
diga ante la degradación del planeta.
Por
otra parte, algunos de los que fueron mis amigos en Tepito, han sido
asesinados, se encuentran en la cárcel o cometen múltiples delitos. En ambos
casos, puedo decir que su forma de pensar era la forma de pensar de gente
cercana a ellos, sus discursos, sus acciones, sus creencias.
Son
contadas las personas que conozco que han asumido el dialogo, para el resto, la
repetición los ha enfrascado en declaraciones de odio hacia lo que es distinto
a ellos; poblaciones indígenas, personas en situación de calle, o los que
tienen preferencias sexuales distintas.
Tengo
amigos que odian y enfurecen frente a quienes marchamos, escriben en Twitter,
Facebook y otros medios maldiciones y agresiones para quienes andamos en
bicicleta, y todo esto, en un mundo abierto a múltiples manifestaciones
culturales, científicas y artísticas.
Pienso
ahora en los niños judíos del siglo XXI y en quienes fueron niños judíos y
palestinos en el siglo XX, para no ir tan lejos en el contexto y en la
imaginación. Infantes cuyas fuentes informativas y manifestaciones culturales,
científicas y artísticas se reducen a una formación dogmática.
Una
formación con base en escasas fuentes de información; la religión y lo que
dicen o dictaban las generaciones pasadas, ¿Cómo no pensar en conflictos y casi
nulas posibilidades para el diálogo, cuando la manera de entender al mundo se
reduce a una visión estrecha de las cosas?
Frente
a la búsqueda por defender lo que merecidamente merecen tanto judíos y
palestinos como el resto de los seres humanos; tierra, agua, alimento, un hogar
y vivir en paz, los canales de comunicación se cierran ante quien asume la
verdad como suya.
Lo que hace un tanque es igual a lo que
hace el Torá, decía uno de los niños del
documental Promesas, haciendo alusión
a la fuerza y poder de la palabra para sostener un combate con base en una
verdad impuesta.
Por
otro lado, los niños identificaban el diálogo y la importancia de conocer al otro
para poder cambiar las cosas, entre ellos reconocían que no debían ser dogmáticos,
que abrirse a la comunicación entre judíos y palestinos podría significar
posibles cambios en el futuro.
Los
infantes en el documental anhelaban y siguen deseando la resolución pacífica de
los conflictos, así como el restablecimiento o reconocimiento de los derechos
de los otros para vivir en paz y gozar de los recursos naturales.
Me
es difícil pensar cómo es vivir en una zona urbanizada, mayormente
semidesértica y desértica, el recurso hídrico y su valor, el conflicto armado
como uno de los peores escenarios para establecer mejores condiciones
ambientales.
Los
silenciosos negocios americanos y europeos, representantes del capitalismo
global y responsables de los múltiples daños al medio ambiente por sus maneras
de apropiarse de los recursos naturales y de contaminarlos, aparecen por las
calles de Israel como fantasmas o como escenarios programados en todas partes
del mundo.
Los
infantes y los jóvenes identificaran probablemente que el enemigo no es quien
da vida a la cultura, educación y tradición contraria, sino quien siembra
discordia entre quienes son distintos, el enemigo es quien divide y se apropia
de los recursos de esa zona.
Quien
invade con alimentos y la difusión de un estilo de vida completamente contrario
a sus origines goza del mimetismo y la aceptación por medio del consumo, las
armas que sirven más a unos que ha otros, son entregadas principalmente por el
gobierno de Estados Unidos.
Los
niños que hablan en el documental, son elocuentes, gozan del juego, son capaces
de sentir y llorar aun cuando el conflicto armado pareciera arrancar todo
sentimiento de sus almas, mantienen la promesa de hacer todo lo posible por el
cambio y al final incluso los más conservadores reconocen que es necesario
resolver el conflicto.
Shapiro, J. (Productor) Bolado, C., Shapiro, J., B.Z. Goldberg, B.Z. (Directores). (2001). Promesas. (Documental). Estados Unidos.
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